CHAMPIONS 06
La épica redimió al Barça en el 50º aniversario de la Copa de Europa. La historia del torneo está plagada de actos heroicos más que de partidos sublimes. Y los azulgrana fueron fieles a la tradición después de negarse desde la estética. No fue la noche de Ronaldinho, sino la de Larsson, Valdés, Eto'o y, sobre todo, Belletti, lo que expresa la rareza y la fe con la que actuaron. El equipo de Rijkaard se ganó merecidamente el séptimo cielo con una remontada de los futbolistas con los que no se contaba más que de los artistas. Jaleado en Londres, acaramelado en Lisboa y adulado en Milán, no podía permitirse un gatillazo en la alcoba de París. La deliciosa actuación del Arsenal agrandó la victoria del Barça en una final intervenida por el árbitro, que no dio ni una pese al control emocional de los contendientes. El inglés fue un equipo exquisito. Nunca tiró la cuchara, sino que jugó de manera inteligente, incluso en inferioridad numérica, y obligó a su rival a un ejercicio paciente y voluntarioso. El juego serio de un futbolista de calle como Henry avaló a los gunners frente al playero del divertido niño Ronaldinho. Henry ganó y, sin embargo, la final se la llevó el Barça tras corregirse a tiempo. Achantado desde la alineación, tiró medio partido por su actitud contemplativa para recuperarse en el último tramo al ser ya más reconocible por los cambios.
Aunque nunca pareció un entrenador intervencionista, a
Rijkaard le dio por tocar la alineación y procedió de forma conservadora.
Prescindió de Iniesta en favor de Van Bommel en una decisión controvertida
por las características opuestas que representan. Iniesta da estilo al
equipo y su presencia significa que al Barça le interesa tener la pelota.
Van Bommel sólo la quiere para meterla en la portería rival igual que
Edmilson procura que no llegue a la suya.
Así que
el Barça perdió juego y pase para ganar contundencia y llegada desde un
once inesperado. Se plantó con un equipo endurecido, directo, temeroso de
perder el balón ante el enjambre de medios del Arsenal, un tormento para
cualquier defensa por su capacidad para asociarse, conectados con Cesc y
Henry, uno por delante y otro por detrás, y con
Ljungberg de agitador. Wenger era fiel a su libro de ruta hasta el último
partido.
La disposición
de ambos equipos obligaba a Ronaldinho a asumir un protagonismo absoluto,
sensación acentuada por la ausencia de Messi, vertical y que invita al
equipo a ir a por el encuentro sin especular. No extrañó, por tanto, que
Rijkaard situara al brasileño de falso delantero centro mientras Eto'o
ejercía de extremo izquierdo. El Gaucho tardó un cuarto de hora en
aparecer, tiempo en el que el Arsenal se adueñó del cuero y lo jugó de
forma vertiginosa. Henry remató dos veces consecutivas de forma espléndida
y Valdés respondió de manera espectacular.

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Mejor equipo en la posesión y más rápido en la transición,
el Arsenal inmovilizaba a un irreconocible Barça. Los cambios de
orientación de los medios para romper la línea de presión sólo encontraban
un punto de apoyo en Giuly. Hasta que Ronaldinho apareció para filtrar un
pase para el desmarque de Eto'o en una jugada que acabó con gol de Giuly.
Pero el árbitro no dio la ley de la ventaja y expulsó a Lehmann por tumbar
al camerunés antes de que el cuero llegara al francés. Aunque mal
penalizada, la acción permitió al Barça encontrarse con el partido
soñado.
El
Arsenal perdió dinámica y salida porque Wenger tuvo que sacrificar a Pirès
para dar entrada a Almunia. El Barça se vio con el balón, circunstancia
que abundó en la falta de centrocampistas. Mató el tiempo de mala manera
con un jugador de más y no sólo fue incapaz de marcar, aunque Eto'o remató
al palo, sino que recibió un gol en una falta botada por Henry y cabeceada
por Campbell.
A
Rijkaard no le había servido de nada actuar con futbolistas físicos. Se
imponía la salida de Iniesta. El Barça recuperó su personalidad y comenzó
a jugar al fútbol. Tomó la pelota, tocó para desgastar al Arsenal y
alcanzó el área. Le faltaba acabar la jugada, nada sorprendente ante un
adversario que llevaba diez partidos sin sufrir un gol y que
contragolpeaba con velocidad. No había manera de generar espacios en el
área de Almunia y Henry exigía reiteradamente a Valdés, que sostuvo a su
equipo con una actuación memorable.
Rijkaard dio
marcha atrás. Vio que le sobraban Van Bommel, Edmilson y Oleguer y dio
cuerda a Iniesta, Larsson y Belletti. Los tres fueron decisivos en un
último acto presidido por el coraje. Larsson habilitó a Eto'o para que
empatara y a Belletti para que firmara el triunfo mientras Iniesta se
guardaba el balón hasta que Puyol levantóla Copa y alivió el peso que
soportaba Alexanco desde que Koeman conquistó Wembley. El cielo de París
es hoy azulgrana.
Gracias Barça
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